Pulsión en pixeles
Jul. 15th, 2024 03:02 pm![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Hola, hace tiempo no nos vemos.
Muchas veces escribo desde la pena, o cuanto menos desde un conflicto interno violento como los latidos de un corazón. Probemos otra cosa: probemos escribir desde las ganas y los nervios y el goce y la pulsión.
Entendí hace poco que uno se puede enamorar de una seguidilla de palabras en una pantalla, nada más que una serie de pixeles, es decir, impulsos eléctricos que, al estar o no, determinan una forma que se proyecta una luz por sobre la pantalla. Ya conocía la teoría, he estudiado los computadores y su funcionamiento. Hay una conexión eléctrica que hace que el pixel responda o no con una luz. Todo bien hasta ahí; lo que jamás pensé es que podría llegarme a fijar tanto en ellos, que los pixeles iluminados en un "..." que indican que una persona está escribiendo podrían ser algo que me haga palpitar el corazón y me llena de nervios las tripas.
Impulsos eléctricos, a símbolos. Símbolos al significado. Del significado a mis ojos, y de mis ojos a mis labios que se atreven, tan osados como son, a sonreír sin mi permiso. Elle me habla, nada más que por una pantalla, y no puedo evitar como mi cuerpo comienza a cantar en una ronda de placer. Incluso sin conocer su cara, ni su tono de voz, ni nada más que sus meras palabras, sentí como el deseo me atravesó desde la médula ósea hacia afuera. Un frenesí de ganas me recorrió las venas como una pastilla afuera de la disco, y sentí mi cuerpo arder. Desde ahí que nada más fue suficiente, mi ojos y mi boca y mis manos y mi mente necesitan devorar, y devorar, y devorarle. Tomaría en mis manos todo lo que esté dispueste a entregar, y haría felizmente de ello un festín.
Con timidez le sugerí que me entregara su voz, y sin mayores sospechas me la pasó delicadamente. La tomé en mis manos y la acaricié con ternura, con la ternura de alguien que no sabe si tendrá otra cosa a la cual aferrarse. Luego, tomé uuna ruta circular para llegar a lo que más necesitaba: su cara. Símbolos, símbolos, símbolos - no contienen la imagen de la persona. Pensé que, quizás, podría entender que yo esa voz y esa cara me las quería comer, y que eso le podría dar miedo y ganas de correr lejos. No lo hizo - no sé si nunca lo intuyó o si nunca tuvo miedo, pero no importa. No le dio miedo, y, es más, me siguió entregando la gracia de su imágen.
Estamos entonces jugando al límite y a la palabra. Si yo pido, con confianza y sin juicio, ¿hasta donde me permite llegar? Suena siniestro, quizás, pero no lo es. La realidad de las cosas es que aquí quien más desea, con más ganas y más fervor y más nervios en los dedos, soy yo. No es una competencia, por cierto, es solo un juego - el tira y afloje de las pulsiones. A esa masa de pixeles, que aún no es real, que aún no corresponde para mi a una piel ni a un olor ni a un gusto abajo de la lengua (que quizás incluso nunca corresponderá a ello), no me queda más que rendirle culto con mi palabra. Dejar simplemente que me brillen los ojos al mirarle, decir las estupideces que se me ocurran y reirme cuando quiera. Confiar en que los pixeles se configurarán de la forma que sea necesaria para dibujar una raya en la arena cuando elle así lo sienta. Exponerme, a pecho abierto y sin miedo, a la negación clara y rotunda del deseo - no entredichos ni entre vientos, sino frontalmente. Eso también es un regalo que me entregan los pixeles. Eso y, también, su risa.
Ya me veo soltando el miedo. Ya me veo en la simplicidad del goce del momento. No me queda más que agradercerle por estar ahí y encantarme tanto con sus impulsos eléctricos.
Muchas veces escribo desde la pena, o cuanto menos desde un conflicto interno violento como los latidos de un corazón. Probemos otra cosa: probemos escribir desde las ganas y los nervios y el goce y la pulsión.
Entendí hace poco que uno se puede enamorar de una seguidilla de palabras en una pantalla, nada más que una serie de pixeles, es decir, impulsos eléctricos que, al estar o no, determinan una forma que se proyecta una luz por sobre la pantalla. Ya conocía la teoría, he estudiado los computadores y su funcionamiento. Hay una conexión eléctrica que hace que el pixel responda o no con una luz. Todo bien hasta ahí; lo que jamás pensé es que podría llegarme a fijar tanto en ellos, que los pixeles iluminados en un "..." que indican que una persona está escribiendo podrían ser algo que me haga palpitar el corazón y me llena de nervios las tripas.
Impulsos eléctricos, a símbolos. Símbolos al significado. Del significado a mis ojos, y de mis ojos a mis labios que se atreven, tan osados como son, a sonreír sin mi permiso. Elle me habla, nada más que por una pantalla, y no puedo evitar como mi cuerpo comienza a cantar en una ronda de placer. Incluso sin conocer su cara, ni su tono de voz, ni nada más que sus meras palabras, sentí como el deseo me atravesó desde la médula ósea hacia afuera. Un frenesí de ganas me recorrió las venas como una pastilla afuera de la disco, y sentí mi cuerpo arder. Desde ahí que nada más fue suficiente, mi ojos y mi boca y mis manos y mi mente necesitan devorar, y devorar, y devorarle. Tomaría en mis manos todo lo que esté dispueste a entregar, y haría felizmente de ello un festín.
Con timidez le sugerí que me entregara su voz, y sin mayores sospechas me la pasó delicadamente. La tomé en mis manos y la acaricié con ternura, con la ternura de alguien que no sabe si tendrá otra cosa a la cual aferrarse. Luego, tomé uuna ruta circular para llegar a lo que más necesitaba: su cara. Símbolos, símbolos, símbolos - no contienen la imagen de la persona. Pensé que, quizás, podría entender que yo esa voz y esa cara me las quería comer, y que eso le podría dar miedo y ganas de correr lejos. No lo hizo - no sé si nunca lo intuyó o si nunca tuvo miedo, pero no importa. No le dio miedo, y, es más, me siguió entregando la gracia de su imágen.
Estamos entonces jugando al límite y a la palabra. Si yo pido, con confianza y sin juicio, ¿hasta donde me permite llegar? Suena siniestro, quizás, pero no lo es. La realidad de las cosas es que aquí quien más desea, con más ganas y más fervor y más nervios en los dedos, soy yo. No es una competencia, por cierto, es solo un juego - el tira y afloje de las pulsiones. A esa masa de pixeles, que aún no es real, que aún no corresponde para mi a una piel ni a un olor ni a un gusto abajo de la lengua (que quizás incluso nunca corresponderá a ello), no me queda más que rendirle culto con mi palabra. Dejar simplemente que me brillen los ojos al mirarle, decir las estupideces que se me ocurran y reirme cuando quiera. Confiar en que los pixeles se configurarán de la forma que sea necesaria para dibujar una raya en la arena cuando elle así lo sienta. Exponerme, a pecho abierto y sin miedo, a la negación clara y rotunda del deseo - no entredichos ni entre vientos, sino frontalmente. Eso también es un regalo que me entregan los pixeles. Eso y, también, su risa.
Ya me veo soltando el miedo. Ya me veo en la simplicidad del goce del momento. No me queda más que agradercerle por estar ahí y encantarme tanto con sus impulsos eléctricos.